El sueño de la Esfinge
En el año 1426 a. de C. bajo el Imperio Nuevo Egipcio, un joven príncipe llamado Tutmes IV, hijo del faraón Tutmosis, se entregaba al deporte de la caza en la cercanías de Menfis. Tras la agotadora jornada, se aprestó a descansar en la meseta de Gizeh, a la sombra de la enorme cabeza de la Esfinge, lo único que en ese entonces sobresalía de aquella gigantesca escultura; el resto de la mole se hallaba cubierto por la arena. Mientras el príncipe dormía bajo la enorme barbilla de la Esfinge, ésta se le apareció en sueños, prometiéndole hacerle rey a cambio de que le liberase de su prisión de arena. "Mi rostro te pertenece, mi corazón también. Sufro. La carga que pesa sobre mi me hará desaparecer. Sálvame, hijo mío. Si me quitas la arena que me cubre, haré de ti un rey". El príncipe se despertó turbado, pero tomó nota del pedido de la Esfinge tal como quedaría registrado a la posteridad en la "Estela del Sueño" una estela de granito rosa, de 3,6 metros de alto y 15 toneladas de peso (que sería descubierta en el año 1818 por el arqueólogo Caviglia y que hoy puede verse entre las patas de la esfinge). Tutmes IV libró a la Esfinge de su prisión de arena y tal como le fuera prometido, al siguiente año se convirtió en Rey de Egipto, de la XVIII dinastía.
La arqueología ha comprobado que efectivamente, bajo el reinado de Tutmes IV se realizó la primera excavación y restauración del emblemático monumento egipcio. Mil años después de Tutmés IV, todo indica que la Esfinge estaba nuevamente devorada por la arena del desierto, pues en el siglo V a. de C. el historiador griego Herodoto visitó la meseta de Gizeh y se maravilló con las pirámides, pero no mencionó a la Esfinge. Siglos después, el emperador romano Septimio Severo ordenó una segunda restauración de la Esfinge, convirtiéndose en un atractivo turístico de la antigüedad.
Las excavaciones modernas de la Esfinge se iniciaron bajo la breve conquista de Egipto por Bonaparte en 1798. Sin embargo, su cuerpo volvió a quedar enterrado en la arena, sobresaliendo solo su cuello y su cabeza; su nariz ya había desaparecido. No sería desenterrado en su totalidad sino hasta 1926, gracias a la labor de un ingeniero francés, Emilio Barazi. Pero al parecer, la Esfinge aún no ha develado todos sus misterios. Se ha teorizado incluso de unas galerías secretas que discurrirían bajo su cuerpo y que lo conectarían con la Gran Pirámide.
Alejandro Magno y la conquista de Tiro
Según relata el historiador Plutarco, en su obra "Vidas paralelas: Alejandro y César", en el año 333 a. de C. Alejandro Magno llevaba siete meses asediando la ciudad de Tiro, y a punto estaba de renunciar a conquistar la inexpugnable fortaleza, cuando tuvo un sueño que haría cambiar la historia. Esa noche Alejandro soñó con el semidiós Heracles (el Hércules de los latinos), quien le tendía la mano desde los muros de la ciudad sitiada, invitándole a entrar. Cabe señalar que los tirios adoraban al dios Melkark que los griegos identificaban con el semidiós de la fuerza.

El sueño de Calpurnia, la esposa de César
Plutarco nos cuenta también que poco tiempo antes del asesinato de Julio César, éste dormía con su esposa Calpurnia, cuando de pronto un ruido le despertó y vio que todas las puertas y ventanas de la habitación se abrían sin explicación; a su lado, su mujer dormida prorrumpía en voces mal articuladas y en sollozos cortados, como si tuviera una pesadilla. Al despertar, Calpurnia contó que en su sueño había visto como el techo de la casa se caía estrepitosamente, y que de pronto aparecía en su regazo el cuerpo de su esposo, cosido a puñaladas y ensangrentado. Pero no fue el único sueño de mal presagio que avisó de la muerte de César. El mismo César contaba, según refiere Suetonio, que días antes de su muerte, había soñado varias veces que se veía volando por encima de las nubes y una vez que le estrechaba la mano al mismo dios Júpiter. Pero César no tomó precauciones; algunos historiadores creen que en realidad buscaba su muerte, agobiado por una molesta enfermedad.

Suetonio menciona también al arúspice o adivino llamado Espúrina, quien advirtió a César que tuviese cuidado con los idus de marzo. Los idus eran los días 14 y 15 de cada mes, en el calendario romano. César no hizo caso de la advertencia y más bien prescindió de su escolta armada días antes de su muerte, por lo que quedó más vulnerable. Al llegar el fatídico día, César encontró a dicho adivino justo en la entrada del edificio de la Curia, donde se reunían los senadores. César le dijo bromeando: "¡Qué!, ¿han llegado ya los idus de marzo?" "Sí, César, pero no han acabado todavía", respondió el adivino. César ni se inmutó y entró al local, donde le esperaban Casio, Bruto y otros conjurados (año 44 a. de C.).
El sueño de la esposa de Pilato
En la Biblia, hay cerca de setecientos menciones de sueños, de hecho el sueño aparece como una de las formas elegidas por Dios para transmitir su palabra a algunos de sus hijos mortales. Archiconocidos son por ejemplo, los relatos de José interpretando los sueños del faraón y los de Daniel los de Nabucodonosor. Pero existe sin embargo una alusión a un sueño premonitorio que generalmente se pasa por alto, el de la esposa del gobernador Poncio Pilato, en el marco de la Pasión de Cristo. Según relata el evangelista Mateo, cuando Pilato juzgaba a Jesús sentado en la gabatha o tribunal, su esposa le envío un mensaje diciéndole: “No te metas con ese hombre justo, porque anoche tuve un sueño horrible por causa suya”. Mt 27, 19.

La lanza de Cristo
En el año 1097, en plena Primera Cruzada, los cruzados se hallaban sitiando la ciudadela (ciudad alta) de Antioquia (Siria), cuando fueron a la vez rodeados por un nutrido ejército musulmán a órdenes de Kerboga, sultán de Mosul. Los cruzados se encerraron tras los muros de la ciudad baja y pronto se acabaron todas las provisiones. Empezaron a comer hierba, cuero, hojas de higueras y cardos y muchos desesperados, se negaron a batirse y huyeron. La derrota de los cruzados era pues inevitable


Los manuscritos perdidos de Dante

El visión del inca Viracocha
Hacia finales del siglo XIV gobernaba en el Cuzco el inca Yahuar Huaca, bajo el cual recién se iniciaba la política expansionista de los incas que los llevaría tiempo después a crear un gran Imperio. Yahuar Huaca tuvo tres hijos, al segundo de los cuales, de nombre Pahuac Hualpa, nombró como su heredero, mientras que al tercero, Hatun Topa, lo desterró lejos del Cuzco, en castigo por su carácter levantisco y violento.
Hatun Topa permaneció recluido en el paraje campestre de Chita, a diez kms al oeste del Cuzco, dedicándose al pastoreo del ganado del Sol, bajo la amenaza de pena de muerte si volvía a presentarse en el Cuzco. No obstante la amenaza, al cabo de tres años Hatun Topa se presentó ante su padre el Inca, diciendo que tenía un mensaje de parte de alguien más grande que él. Enojado Yahuar Huaca, pero picado por la curiosidad de saber quien sería ese otro “más grande” que él, recibió a su hijo, quien le contó lo siguiente (según Garcilaso):
“Señor, sabrás que estando yo recostado hoy a medio día (no sabré certificarme si despierto o dormido) debajo de una gran peña de las que hay en los pastos de Chita… se puso delante un hombre extraño, en hábito y en figura diferente a la nuestra; porque tenía barbas en la cara de más de un palmo, y el vestido era largo y suelto que le cubría hasta los pies; traía atado por el pescuezo un animal no conocido”.

Yahuar Huaca al oír tal relato se enfureció y no quiso creerle tomando todo como inventos disparatados. Las provincias se hallaban pacíficas y nada presagiaba un levantamiento. Ordenó pues a su hijo que volviera de inmediato a Chita a sus tareas de pastor, amenazándolo con matarlo si regresaba.
Tres meses después, llegaba al Cuzco la noticia del levantamiento de los feroces Chancas, de los valles de Andahuaylas y Apurímac, quienes con un ejército nutrido se acercaban peligrosamente al Cuzco. Atemorizado, Yahuar Huaca abandonó la ciudad. Enterado de la noticia, Hatun Topa abandonó su retiro de Chita y partió presuroso al Cuzco; en el camino se encontró con su padre, a quien ásperamente reprochó su conducta. Luego organizó la defensa del Cuzco y con ayuda de unos aliados derrotó a los Chancas, un episodio crucial en la historia de los incas. De haber triunfado los Chancas otra hubiera sido la historia del Perú.
Hatun Topa fue proclamado Inca y en honor al personaje de la visión que le advirtió de estos sucesos, cambio su nombre por el VIRACOCHA, como es que la historia más lo recuerda. Fue el padre de Pachacútec. Otros cronistas sitúan el relato de la invasión de los chancas bajo el reinado del mismo Viracocha, poniendo a Pachacútec como el salvador de la ciudad, aunque todos coinciden en la visión del dios Viracocha que puso en alerta a los incas del peligro inminente.
La muerte del mariscal Junot

En la semana siguiente la duquesa se enteró que en aquel mismo día y hora en que ella despertaba aterrada en su mansión, a miles de leguas de distancia su esposo se arrojaba por una ventana del palacio de Iliria, muy deprimido por el maltrato que había sufrido de parte de Napoleón, quien le culpaba por la derrota francesa en España y de otros sucesos más ocurridos en el frente ruso. De hecho, su nombramiento como gobernador de una provincia menor como Iliria era una manera de humillarle. El mariscal sólo consiguió romperse una pierna, pero tuvo que ser sometido a una intervención quirúrgica a consecuencia de la cual murió, en Montbard, el 29 de Julio de 1813.
El niño que regresó de la tumba
En 1865 en una granja de Wisconsin, un médico certificaba la muerte de Max Hoffmann, un niño de cinco años quien a juicio del doctor había contraído el temible cólera. Nada había podido hacer para evitar el fatal desenlace. El cuerpo fue sepultado. Aquella noche, la señora Hoffmann tuvo una horrible pesadilla. En ella veía a su hijo retorciéndose en el ataúd, esforzándose por salir. No bien despertó, contó a su esposo el sueño, pero el hombre no hizo caso, pues pensó que todo era consecuencia de la emoción sufrida durante el día. Pero como la pesadilla se sucedió la noche siguiente, se levantaron ambos de la cama y se dirigieron al cementerio. A la luz de una linterna desenterraron el ataúd. Al abrirlo vieron el cuerpo del niño retorcido, tal como la madre lo había visto en su sueño. El padre lo cargó en sus brazos y lo llevó al médico. Aun tenía signos de vida. Media hora después el niño despertaba.
Lincoln vió su funeral

El psiquiatra Von Gudden y el "rey loco"
El Dr. Bernhard Aloysius von Gudden, era profesor de psiquiatría en la Universidad de Munich y médico privado de Luis II de Baviera, personaje éste al que la historia conoce como "el rey loco", debido a sus extravagancias. En la mañana del domingo 13 de junio de 1886, el Dr. Gudden se levantó muy indispuesto y contó a su esposa y a un amigo cercano que había tenido un horrible sueño la víspera: se veía a sí mismo sumergido en el agua, ahogándose y luchando con un hombre furioso al que no consiguió identificar por no verle la cara.
Ese mismo día Gudden salió de paseo con su amigo y paciente, el rey Luis de Baviera, a orillas del lago Starnberg. El rey había sido declarado incapaz de gobernar debido a sus problemas mentales; se le había sometido a severa vigilancia y su palacio Berg a orillas del lago convertido en una especie de prisión real. Sin embargo, Gudden encontró aquel día muy mejorado a Luis, y lo veía comportarse de manera normal. El psiquiatra se confió entonces y hasta pidió a los dos ordenanzas encargados de la custodia del rey que no los siguieran, ya que no veía necesario tanta vigilancia. El paseo de ambos se prolongó más de lo esperado. Ya de noche se dio la alarma de la desaparición de ambos y se empezó la búsqueda incesante en torno al lago.

Lo cierto es que el sueño del dr. Gudden la madrugada anterior había sido profético: nunca pudo imaginar que aquel hombre furioso que le ahogaba en su pesadilla era el mismo rey Luis. Jamás habría creído posible algo así en una persona, que si bien no andaba en sus cabales, sin embargo últimamente solo lo había visto como a un niño indefenso.
Los hermanos Clemens
Hacia 1858, el joven Samuel Clemens (más tarde conocido universalmente como Mark Twain) se hallaba de aprendiz de piloto de barco en las peligrosas aguas del Mississippi, a bordo del Paul Jones. Su hermano menor Henry compartía también ese gusto por la vida del río; Sam amaba entrañablemente a su hermano y logró conseguirle un empleo a bordo del Pennsylvania, otro buque que recorría esa vía fluvial. Los dos se encontraban con frecuencia, bien al cruzar sus buques, bien al hacer escala en un mismo puerto. La vida parecía sonreírles a ambos jóvenes, cuando de pronto sobrevino la desgracia.

Un obispo vió en sueños el atentado de Sarajevo

No bien despertó, el obispo tomó nota del sueño, con todos sus detalles que recordaba. A las seis de la mañana, cuando llegó su asistente, le ordenó que llamara a su madre y a su anfitrión para contarle la horrible pesadilla que había tenido.
A la mañana siguiente, monseñor Lanyi recibió un telegrama en el que se le informaba del asesinato del archiduque Francisco Fernando y de su esposa, a manos del nacionalista serbio Gravilo Prinzip, en la ciudad de Sarajevo, hecho que sería el detonante de la Primera Guerra Mundial. Todo había ocurrido en la tarde del día anterior, tal como lo había visto en su sueño unas doce horas antes.
La "voz misteriosa" que salvó la vida de Adolfo Hitler
Entre los años 1914 y 1918, durante la Gran Guerra (después conocida como la primera guerra mundial) un joven y oscuro cabo austríaco bregaba en el frente bajo las banderas del ejército del rey de Baviera y del Imperio alemán. Su nombre: Adolfo Hitler. Sus camaradas de entonces le recordaban como un ser extraño. No recibía cartas ni regalos de su casa. Nunca pedía permiso ni tenía siquiera el interés natural de todo soldado combatiente por las mujeres. Nunca gruñía, como lo hacía el resto de sus compañeros, de la mugre, de los piojos, del fango o del hedor de las trincheras, ni nunca maldecía ni mandaba al diablo a la guerra, como era lo común entre los soldados tras años de agobiante lucha. Era un guerrero impasible, muy compenetrado con la causa del Imperio alemán, pero que ya por entonces creía y lo decía abiertamente, que Alemania no ganaría mientras no se acabasen antes con los enemigos invisibles del pueblo alemán: los parásitos judíos y los bribones marxistas.

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Simón Chara G.
Lima-Perú
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