Pero no suele hablarse de la otra posibilidad inversa, para muchos improbable, esto es, de que los aborígenes americanos hayan visitado Europa mucho antes de la era de los descubrimientos hispano-portugueses. ¿Algo como eso pudo haber ocurrido?
Buscando huellas de la presencia amerindia en la Europa antigua
La primera pista tangible lo dio una sítula (caldero) de bronce conservada en el Museo de Louvre. Es de origen romano y representa una cabeza humana. Va provista de un asa, y a primera vista parece representar una máscara como las usadas en las comedias atelanas romanas, con las facciones de un sátiro o una especie de demonio. Pero resulta que es demasiada grande para ser identificada como una simple caricatura. Otros quisieron reconocer en el objeto un busto de un esclavo. En cambio el profesor Paul Gaffarel vio en dicha figura la representación de un verdadero tipo de americano nativo, teoría que ha sido también defendida por los más eminente fisonomistas y estudiosos de las tribus de indios norteamericanos.
Ahora bien de ser cierta esta última hipótesis ¿cómo fue posible que un artista de la época romana haya podido representar el rostro de un nativo americano, muchos siglos antes del descubrimiento de América? La primera probabilidad, de que algún navegante romano o al servicio de Roma haya cruzado el Atlántico y llegado a América quedaría descartada, no solo por no existir ningún testimonio documental, sino por la sencilla razón que los romanos, pueblo tan poco marino y más que nada conquistador terrestre, no pasaron de dominar el mar Mediterráneo. No en vano las leyendas grecolatinas aseguraban que Hércules había escrito la frase lapidaria: "Nec plus ultra" (No más allá) en los promontorios de Calpe y Ábila que conforman el estrecho de Gibraltar, como advertencia a todo marinero que osase viajar mas al occidente. Solo quedaría entonces la probabilidad de que alguna "expedición de nativos americanos" pudiese haber arribado a las costas europeas, hipótesis ésta que, asombrosamente, parece tener respaldo documental.
El relato de Pomponio Mela
MAPAMUNDI DE POMPONIO MELA
Pomponio Mela fue un geógrafo y escritor hispanorromano, nacido la antigua ciudad de Tingentera, en la Hispania Bética. Compuso, bajo el reinado de Calígula (año 43 o 44 de nuestra era), un tratado de geografía universal, el primero que se escribió en lengua latina, titulado De situ orbis o De Chorographia ("Una descripción del mundo" o "Sobre corografía") repartido en tres libros. Allí, precisamente en el capítulo V del libro III, Pomponio Mela registra el asombroso relato, (aunque en realidad cita a otro historiador, Cornelio Nepote):
"Metelo Celer, cuando era procónsul de la Galia, recibió como regalo del rey de los boios algunos indios (indos) traídos por la tempestad a las costas occidentales y hasta Germania".
Y para que no haya ninguna suspicacia con lo de "indios", transcribo parte de la versión original en latín del texto en cuestión: "Indos quosdam a rege Boiorum dono sibi datos". Y por si fuera poco, dicha información es corroborada posteriormente nada menos que por Plinio el Viejo, ilustre polígrafo y naturalista romano del siglo I, a quien sus contemporáneos llamaban "el Viejo" para distinguirlo de su ilustre sobrino Plinio el Joven. Pues bien: Plinio el Viejo, en el capítulo XLVII del Libro II de su "Naturalis Historiae" (Historia Natural), afirma lo mismo, concordando con lo citado por Pomponio Mela (a quien ciertamente, el célebre naturalista consideraba una gran autoridad en la materia).
No está demás recordar que en esa época, los únicos indios que conocían los romanos eran los verdaderos, es decir los de las Indias Orientales o extremo sur del continente asiático. Lo asombroso del relato es que menciona a tales indios empujados por la tempestad y arribando desde la India hasta las costas de Germania o Alemania, lo cual hoy sabemos que es imposible. Pero los romanos de entonces creían posible tal recorrido marítimo: hipotéticamente, navegando desde la India y hacia el este se podría circunnavegar el continente asiático hasta llegar al océano del norte (océano Ártico), para desembocar luego en el Mar Báltico. Pero posteriormente y tras los avances de la cartografía, se supo que tal vía marítima era imposible.
¿Si no eran de la India tales extraños viajeros, entonces de donde procedían? Se ha querido identificarlos con africanos, pero está explicación no satisface a la mayoría de geógrafos. Vivien de Saint-Martin sostuvo que podrían ser eslavos o wendos, es decir habitantes de la Europa oriental. Pero el texto clásico es claro al decir que se trataba de indos: los romanos estaban en condiciones de identificar plenamente a los habitantes del este europeo como para caer en tal confusión.
Quedaría entonces la otra posibilidad más excitante, esto es, que se tratasen de nativos americanos o pieles rojas arrastrados por las corrientes marinas y que sin quererlo, descubrían así el "Viejo Mundo" que para ellos era en realidad nuevo. ¿Por qué no podría ocurrir algo como ello, si se tiene en cuenta que en el otro lado del continente americano, en la cuenca del Pacífico, ha habido casos registrados de náufragos chinos y japoneses que arrastrados por las corrientes han arribado a las costas de California y la bahía de Hudson?
La Corriente del Golfo (Gulf Stream)
Efectivamente, existe una corriente llamada la corriente del golfo o GULF-STREAM, una corriente cálida que domina el Atlántico Norte, y que va desde el golfo de México hasta Noruega, y que a la vez contribuye a calentar sensiblemente el clima marítimo de la Europa occidental. Es por eso perfectamente posible que corrientes como esta, junto con los vientos, pudieran arrastrar embarcaciones desde América hasta las costas europeas. Fue el piloto Antón de Alaminos (natural de Palos de Moguer), quien junto con Ponce de León descubrió dicha corriente (de manera oficial, por decirlo así), en la famosa expedición que llegó la península de Florida en busca de la legendaria "fuente de la eterna juventud" (año 1513). Alaminos fue también el primer piloto en usar dicha corriente como una forma de ganar velocidad en la navegación de retorno a Europa. Sin duda un gran aporte para la navegación.
¿Qué sucedió con esos "indios" esclavizados por los romanos?
De ser cierta esta hipótesis, los europeos del siglo I a. de Cristo, fueron testigos de un extraordinario y glorioso acontecimiento, aunque sin percibir para nada su importancia: una embarcación de forma extraña y nunca vista, tripulada por hombres de tez cobriza y de atuendo extraño, que hablaban un idioma desconocido, arribaron a las costas bálticas de Germania. Los intrépidos navegantes americanos fueron tomados presos y convertidos en esclavos por el rey de los boios (un pueblo celta del centro y norte europeo), quien los cedió en calidad de regalo al patricio Quinto Metelo Celer, entonces procónsul de la provincia de la Galia Cisalpina.
Se ha fechado tal suceso en el año 62 antes de Cristo. Poco antes se acababa de debelar en Roma la conjuración de Catilina contra la República debido sobre todo a la elocuencia irresistible del gran Cicerón; más lejos, el general Pompeyo había terminado de pacificar el Oriente (donde el año anterior había tomado Jerusalén) y se hallaba ya en camino de regreso a Roma. Era la etapa previa a la formación del Primer Triunvirato entre César, Pompeyo y Craso, que desembocaría en el fin de la ya agónica República para dar pase a la etapa imperial.
Pero el acontecimiento de los extraños náufragos ("raros náufragos en el vasto abismo", como diría Virgilio) llegando a la costa germana, no pasó de ser más que una simple nota curiosa, intranscendente, en un mundo en efervescencia como ese. Nada se sabe del destino final de aquellos "indios" esclavizados por los romanos, tal vez los primeros nativos americanos en hablar la lengua de Cicerón, y en "descubrir" Europa, muchos siglos antes que un navegante genovés "descubriera" América para el mundo occidental.
Balsas tripuladas por "indios" arribaron a las costas de Europa en 1160 y en 1508
El testimonio clásico de Pomponio Mela no es el único, existe otro similar fechado en la época medieval. En el año 1160 y bajo el reinado de Federico Barbarroja, según cuenta el erudito cardenal Eneas Silvio Piccolomini (que fuera también Papa con el nombre de Pío II entre los años 1458 y 1464) en su "Descripción del Mundo", unos navíos y "mercaderes indios" fueron arrojados a las costas de Germania, arribando a Lubeck. Esta cita fue usada por el mismísimo Colón para fundamentar su hipótesis de que era posible viajar a las Indias usando una ruta occidental.
También el cardenal Pietro Bembo, en su "Historia de Venecia", cuenta que en 1508 un buque francés encontró no lejos de las costas francesas, un extraño barco de corteza de árbol y juncos, tripulados por siete hombres de pequeña estatura, "de piel rojiza, rostro largo" y hablando una lengua incomprensible. Seis de aquellos hombres murieron, pero el séptimo sobrevivió y fue presentado al rey Luis XII de Francia. A esas alturas ya los europeos habían descubierto América, pero todo hace pensar que el viaje de aquellos "indios" navegantes se había verificado análogamente a otros anteriores que se realizaron esporádicamente, por lo menos desde la época romana, según la hipótesis planteada en este topic.
El arte de la navegación entre los nativos americanos
La primera actitud que puede tener una persona común frente a esta hipótesis es la del escepticismo en la posibilidad de que unos "indios" pudieran realizar viajes como ese. Es necesario resaltar, que contra lo que imagina el vulgo ignorante, no todos los habitantes precolombinos de América del Norte eran unos seres infrahumanos que andaban en pelotas y que se comían entre ellos, sino que entre los diferentes pueblos existían diversos niveles de civilización. En general, los nativos norteamericanos eran hombres ingeniosos, creadores y notablemente adaptables a su medio. Provenientes del Asia, ocuparon el continente norteamericano en oleadas sucesivas, prosperando notablemente y creando, no uno, sino decenas de estilos de vida distintos a lo largo de ese inmenso espacio geográfico. Algunas culturas se volvieron sorprendentemente complejas, ricas en el arte, ingeniosas en la tecnología, ambiciosas en el comercio. Y es en este contexto en que surgió la navegación fluvial (es decir en los ríos), lacustre (lagos) y de cabotaje (costanera) mediante piraguas o balsas de maderas y fibras vegetales. En cuanto a la navegación de altura (alta mar) de eso ciertamente no hay indicios, ni aun entre las altas culturas de Mesoamérica (es decir mayas y aztecas), por lo que se hace improbable cualquier viaje intencional de aborígenes cruzando el Atlántico. Pero aun así, es necesario señalar que la hipótesis de pieles rojas llegando a las costas europeas, no es del todo descabellada, si se tiene en cuenta la posibilidad de que las corrientes marinas hayan podido arrastrar a balsas tripuladas por nativos americanos hasta las costas europeas.
Dejando de lado a los nativos de Norteamérica y Mesoamérica, y ya más cerca de nosotros, existe muchas evidencias de que en Sudamérica hubo un avance muy notable en cuanto a la navegación marítima durante la época precolombina. La evidencia más clara y efectiva de ello se refiere a los habitantes de la cultura manteño - huancavilca, quienes vivieron en la costa de la actual República del Ecuador (desde el sur de la actual provincia de Esmeraldas hasta la provincia de El Oro). Estos individuos, hábiles marineros, realizaron viajes del mar abierto llegando hacia el sur hasta las costas de Chincha en el Perú y por el norte hasta las costas de México. Cuentan las crónicas que Bartolomé Ruíz, piloto de la expedición de Pizarro, tras cruzar la línea ecuatorial se encontró con una balsa provista de una vela latina y tripulada por unas 20 personas, tres de los cuales al parecer eran prisioneros tumbesinos (es decir, de Tumbes, al norte del Perú actual): se trataría de mercaderes de Manabí que viajaban en alta mar transportando gran cantidad de mercaderías (principios del año 1527).
También cronistas españoles como Sarmiento de Gamboa y Cabello Balboa registraron individualmente un relato sobre una expedición de balsas comandada por el inca Túpac Yupanqui (fines del siglo XV), que partió precisamente desde las costas ecuatorianas (que acababan de ser conquistadas por los incas), arribando hacia una lejanas islas de Auachumbi y Ninachumbi, de las que regresó nueve meses o un año después trayendo como trofeos gente negra, mucho oro, una silla de latón y un pellejo y quijada de caballo. El cronista Sarmiento escuchó tal relato hacia 1570 a 1572 de boca de un noble inca, Hernando Urco Huaranga, quien aseguraba haber participado en dicha expedición y como prueba enseñó algunos de esos trofeos que conservaba aun. Se cree que aquellas misteriosas islas puedan ser las islas de Pascua o Rapa-nui o bien islas de la lejana Polinesia en Oceanía (las islas Tuamotu o las islas Marquesas), en las que aun se cuentan que en tiempos inmemoriales habían llegado hombres procedentes del país en el que nace el sol y que eran conducidos por un gran guerrero llamado Tupa.
Ya en el siglo XX, Thor Heyerdhal, al realizar su famoso viaje en la balsa Kon-Tiki demostró contundentemente que los antiguos peruanos pudieron navegar considerables distancias en balsas de vela, hasta tocar los atolones de la Polinesia. Todo lo cual hace posible sostener que el viaje de Túpac Yupanqui a Oceanía sea un hecho histórico y no simple leyenda. Esta posibilidad ha sido ampliamente desarrollada en uno de las obras del historiador peruano José Antonio del Busto: "Túpac Yupanqui, descubridor de Oceanía" (2000).
Simón Chara G.